La mirada del otro
Es la que
buscamos desde nuestro nacimiento, hay muchos autores que afirman que la mirada
en el recién nacido es fundamental. Es un reconocimiento para el bebé, de sí
mismo. “soy en la medida en que soy reconocido, soy por el otro, para el otro,
parte del otro”
La
indiferencia es insoportable, se dice que es preferible para un niño, ser
castigado, a ser ignorado,
También
importa lo que sucede durante el embarazo. Si el niño fue deseado, si es
esperado, querido o rechazado. No solamente por la madre, sí “a través” de la
madre.
Si todo esto
lo podemos ver sin juicio, sin
adjudicarle un valor de bueno o malo, de poco o mucho, podemos sentir la emoción y hacer algo a partir de ese punto.
Desde el
punto de vista del adulto, darse cuenta, reconocer y aceptar que la complejidad
de la vida no es entendida por el niño y por eso en sus primeros pasos entiende
todo desde el egocentrismo, nos permite “perdonarnos” por la distorsión en la
que asumimos nuestra vida desde que nos la empezamos a contar.
Si creemos
en otras vidas, en el Universo multidimensional, todo se complejiza y a la vez
quizás encuentre una mirada más amplia que nos ayude a ver que no podemos
comprender (como sinónimo de entender y de contener, abarcar), la película
completa.
Algunos
crecemos sin madurar estos sentimientos. Nos vemos contando y contándonos una historia
personal y familiar que mantiene los “ojos de niño”. Ver con ojos de niño
cuando lo soy es coherente, pero si crezco con esa mirada, seguro se pasarán
algunas experiencias de adulto que no podré comprender en beneficio de mi
desarrollo y de mi entorno.
Esto no es
ni bueno ni malo, es lo que es y lo importante es si lo quiero ver diferente y
si quiero o no cambiar. Si lo quiero o no lo quiero, tampoco es ni bueno ni malo,
sólo es lo que es.
Un desafío
es dejar de ser egocéntrico para ser autorreferencial.
El primero
cree que todo pasa por él, es fin y
principio, causa y consecuencia. Se identifica con todo lo que sucede, que le
sucede,
Para el
segundo, las cosas pasan para él, puede observarlas, entender
las reglas, ver el cómo y para qué. Se detiene a ver qué le pasa a él con la
experiencia que está atravesando.
Se separa de
la situación, la vive desde sí, no se identifica.
Esto permite
que la situación ya no se repita, no al menos de la misma manera y aprende cada
vez que se enfrenta a un desafío. Madura y se desarrolla. Con ojos más grandes
para a verse mejor…
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