La mirada en el otro
Esta mirada, es la del espejo.
Por qué, para qué miro al otro?
Desde niño miro al otro para verme, con el niño se juega al “está, no está, acá está”,
tapándose con un pañuelo y en los primeros momentos, cuando la persona se tapa,
para el niño, la persona realmente no está. Por eso a veces se angustia y llora
y se alegra tanto cuando vuelve a ver esa cara.
Muchos fuimos educados escuchando “no hagas llorar a mamá ,
“no hagas enojar a papá”, fingen llorar (como un “juego”) si no le queremos dar
un beso… Muchas rutinas, aprendidas por los adultos, de otros adultos… Hay
muchas cosas que hemos escuchado y vivido. Nos han dicho para qué somos
“buenos”, para qué “no servimos”…
Todo esto (y muchísimo más, consciente y no consciente)
tenemos en nosotros. La mirada del otro nos trae ese recuerdo.
Qué podemos hacer entonces? Usarlo para quejarnos, para
justificarnos, para culparnos o culpar a los otros; podemos ignorarlo o
pelearnos, tenernos lástima o castigarnos.
Esto es, nos identificamos
con esto, nos “sentimos” esto, “Somos” lo que el otro me devuelve de mi en esta
mirada. Asumimos estos personajes que
una obra que no sabemos (algunos) quién
ni porqué escribió y actuamos desde ahí.
Los entornos nos permiten ser, tratamos de “encajar”, de
ser” aceptados”, sentirnos amados, necesitados, temidos, respetados, admirados,
envidiados, odiados.
Si el otro me muestra lo que yo soy, lo que yo muestro es lo
que el otro es. Y lo que yo veo en el otro es mi propio reflejo. Lo que
admiro, amo, odio, respeto, temo o en el otro, es mi propio reflejo. Son esas
características en mí, las que me provocan esas emociones. Igual que cuando veo
una película, una pintura, un paisaje, escucho una música, o un discurso.
Todo eso es identificación. Me pierdo en el personaje y me
identifico por el miedo, por la ira o por la compasión.
Si pudiera verme… Saber
que todos esos personajes son potenciales en mí; que la experiencia me muestra
que esa posibilidad existe y que yo puedo, si no me identifico, si no juzgo, si no tomo posición, simplemente
reconocerme, ver cada vez más quién soy, cómo siento y qué hago con esa
información, estaré desarrollando mi percepción de la entidad que soy y me
permitirá alejarme cada vez más de los personajes, para ser más completo, más integrado
y observar la “obra” tras bambalinas. Ser más el titiritero que el títere que a
veces parezco ser.
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Antes de hacer un comentario, comparto contigo los cinco acuerdos del Dr. Miguel Ruiz: Sé impecable con las palabras; no tomes nada en forma personal; no adivines ni supongas; haz siempre lo mejor que puedas; sé escéptico.
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