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Mostrando entradas de junio, 2015

La Culpa y el Juicio

                         Dos caras de la misma moneda. Es probable que el Juicio anteceda a la culpa. El juicio me enfrenta a poner del lado de los malos  o los buenos y por lo tanto me pone del lado bueno o malo de las cosas y la culpa sobreviene, especialmente en los momentos en que, haga lo  que haga, quedo incomoda. El juicio y la culpa generalmente tienen que ver con no poder reconocer mi propia mirada y estar siempre considerando la mirada desde afuera (que es también adentro) para ver si lo que hice es aprobado o desaprobado. El juicio y la culpa nos invalidan y nos protegen a la vez.  De qué nos protegen? Generalmente, de la acción. Cuando juzgo, pongo afuera lo perfecto y lo imperfecto. No me miro,  me protejo del juicio sobre mí mismo. Me pongo en un lugar de superioridad cuando creo que el afuera no es lo que debería y en un lugar de inferioridad, por no llegar a los niveles que creemos, no tenemos, cuando veo “lo bueno” afuera. El juicio es comparación, compara

La mirada del otro

Es la que buscamos desde nuestro nacimiento, hay muchos autores que afirman que la mirada en el recién nacido es fundamental. Es un reconocimiento para el bebé, de sí mismo. “soy en la medida en que soy reconocido, soy por el otro, para el otro, parte del otro” La indiferencia es insoportable, se dice que es preferible para un niño, ser castigado, a ser ignorado, También importa lo que sucede durante el embarazo. Si el niño fue deseado, si es esperado, querido o rechazado. No solamente por la madre, sí “a través” de la madre. Si todo esto lo podemos ver sin juicio, sin adjudicarle un valor de bueno o malo, de poco o mucho, podemos sentir la emoción y hacer algo a partir de ese punto. Desde el punto de vista del adulto, darse cuenta, reconocer y aceptar que la complejidad de la vida no es entendida por el niño y por eso en sus primeros pasos entiende todo desde el egocentrismo, nos permite “perdonarnos” por la distorsión en la que asumimos nuestra vida desde que nos la empe

La mirada en el otro

Esta mirada, es la del espejo. Por qué, para qué miro al otro? Desde niño miro al otro para verme, con el  niño se juega al “está, no está, acá está”, tapándose con un pañuelo y en los primeros momentos, cuando la persona se tapa, para el niño, la persona realmente no está. Por eso a veces se angustia y llora y se alegra tanto cuando vuelve a ver esa cara. Muchos fuimos educados escuchando “no hagas llorar a mamá , “no hagas enojar a papá”, fingen llorar (como un “juego”) si no le queremos dar un beso… Muchas rutinas, aprendidas por los adultos, de otros adultos… Hay muchas cosas que hemos escuchado y vivido. Nos han dicho para qué somos “buenos”, para qué “no servimos”… Todo esto (y muchísimo más, consciente y no consciente) tenemos en nosotros. La mirada del otro nos trae ese recuerdo. Qué podemos hacer entonces? Usarlo para quejarnos, para justificarnos, para culparnos o culpar a los otros; podemos ignorarlo o pelearnos, tenernos lástima o castigarnos.  Esto es, nos ide

ID ENTIDAD

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Nacemos como una consciencia global, nos sentimos totalmente integrados al todo, así como una gota de agua es parte de la nube, que es parte del Universo. A veces, en el devenir, por acción de los pensamientos propios, los del entorno, los del tiempo histórico personal y total, nos vamos agrupando. Crecemos, nos volvemos más grandes, más pesados y ante un cambio brusco, provocado por hechos exteros o internos, comenzamos a formar parte del entorno. Igual que una gota de la nube que se transforma en una gota de lluvia.  Caemos en cuenta que podemos ser algo más, como la gota que cae en los seres vivos, la que se hunde en la tierra y la que se transforma en corriente subterránea o es tomada por una raíz u otro ser vivo. Puede caer en el agua y ser parte indivisa otra vez de los espejos naturales,  Hay momentos en que somos gota,  otros que somos océano o ser vivo, y volvemos a ser nube, Sea dónde sea, somos gota y somos Universo. La invitación  es a  recorrer ese camino co

Ser o parecer, he ahí el problema

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  Cuando pienso en el sufrimiento que observamos en los jóvenes y adolescentes, pienso que de lo que “adolecen”, lo que les duele, es ser. Ser diferentes, ser únicos, ser queridos, ser rechazados, ser lindos, feos, estudiosos, perezosos, rebeldes, sumisos… A los adultos nos duele parecer; parecer adultos, maduros, responsables, conformes, amorosos, pacientes, eficientes, pudientes, videntes, coherentes, seguros. La dualidad en la que  muchos vivimos nos mantiene en los extremos y hoy más que nunca el deber ser nos mantiene a todos por igual, en conflicto interno permanente. Las pruebas que hacemos para sobrevivir a este mundo al que cada vez le entendemos menos, las reglas no nos están resultando ni a los adultos ni a las generaciones más jóvenes y mucho menos a los niños. La medicación y drogas legales e ilegales son consumidas a granel y cada vez con mayor descontrol, indiferencia y sin lograr los objetivos deseados. Se trabaja más, se alejan cada vez más los miembros

A quién corresponda

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Mafalda me emociona de manera particular, Somos de la misma generación, tampoco me gustaba la sopa, de niña: mi madre me dibujaba en hojas de garbanzo, sus caras frente al plato de aquel brebaje "fatal" y las colgaba en las paredes de mi dormitorio. Como la vida misma, releer Mafalda en diferentes etapas de mi vida me ha dado la posibilidad de profundizar en mis emociones. Esta ilustración me trae también recuerdos de algunos momentos de mi vida en los que sentí que esa actitud es la más beneficiosa para mí y mi entorno. Hoy he decidido empezar a compartir este espacio, tomar las manos de mi personaje y moverlas lentamente, apoyarlas en las piernas, dibujar una sonrisa, despejar la mente y abrir mi corazón. Cuando esto pasa siento que me aparecen algunas expectativas. Poder aportar algo de mi camino recorrido para que las personas que accedan a lo que comparto encuentren algo significativo. Exteriorizar mi pensamiento: convertirme en un canal más... Entonces recue