Amabilidad: la habilidad de amar

“Si”, palabra que encierra certeza y a la vez se usa para condicionar y entrar en la duda.
Cuando digo sí, me comprometo, es conmigo el compromiso, obviamente, siempre es conmigo.
Digo si para aceptar, para integrar, es un acto de redención, de humildad. Es una palabra simple y poderosa.
Como todo en este paradigma, tiene su otra cara. La puedo utilizar para condicionar, todo lo contrario a aceptar, a integrar, al compromiso. Hago algo si…, te doy si…, voy si…,
No pasa en todos los idiomas, el nuestro tiene muchas particularidades incoherentes, palabras que se contradicen en sí mismas, vislumbré algo de eso en un video que habla sobre el castellano y que me hizo pensar.
Esto no tiene porqué limitarnos, las limitaciones generalmente son generadoras de actos creativos. Esta incoherencia nos puede catapultar al desarrollo del uso más consciente de nuestra lengua, al menos mientras no la cambiemos en la forma, podemos resignificarla.
Ha cambiado la consciencia del “poder de la palabra” y eso ha dado más poder a los que la usan con intención, porque se graba en nuestro inconsciente, la imagen y el mensaje, sin que pase por nuestro tamiz, nuestro discernimiento.
Volver sagradas las palabras y consciente su uso nos ayuda a concretar y materializar en este plano.
La palabra no es solamente las letras que la componen. Se ha profundizado mucho en el estudio del significado, de la intención y no sucede solamente con la palabra, también con lo que vulgarmente llamamos “dibujos”.
Los signos y los símbolos (incluyendo las palabras), nos dan información, nos forman e integran, tengamos o no consciencia de ello.
Cómo nos hablamos, cómo nos pensamos, cómo nos sentimos y por lo tanto cómo nos referimos a los demás, la forma,  es tan importante como el contenido.
La propuesta es como siempre, poner atención; observar la forma y el contenido del discurso hacia nosotros y hacia los demás, para poder conocernos y seguramente entendernos un poco mejor.
Hagamos la prueba algún rato en el día y escuchemos nuestras palabras para saber realmente cómo nos estamos tratando, qué nos estamos diciendo y si queremos cambiar algo, comenzar por ser impecable con las palabras, como nos dice el Dr. Miguel Ruiz en “Los cuatro acuerdos”.
Tratarnos y tratar a los demás con respeto no necesariamente es “hablar bien”, usar palabras “lindas”, decir lo que el otro espera o sin importar eso, decir lo primero que pasa por mi mente creyendo que con eso soy sincera.
El desafío es resignificar lo “bueno y lo malo” para optar por lo coherente.
Pensar, sentir y hacer en coherencia es lo que va a mejorar las relaciones intra e interpersonales. Nos ayuda a ser ecuánime
Saber que el otro no es ajeno, que es una parte de mí. Si viéramos al otro como nuestro maestro, reconoceríamos el maestro que hay en nosotros y los trataríamos y nos trataríamos como lo sagrado que somos, con el cuidado, el respeto y el amor que nos merecemos.
Como siempre, no me crean. Prueben cómo se sienten cuando empiezan a tratarse con respeto, aceptando lo que sienten y piensan sobre ustedes y los otros (que son sólo “otros” aspectos de ustedes).
Decir SI a TODO lo que somos es lo que nos va a permitir aceptarnos y a estar más cerca de nuestra esencia, de nuestra entidad.





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