El valor del error
Escuchamos a menudo que
aprendemos del error. De las “cosas malas” que nos ocurren, de las
“experiencias negativas”.
Esta percepción, hace que
homologuemos los significados y el error se vuelve sinónimo de cosa mala y de
experiencia negativa.
El sistema educativo formal por
mucho tiempo, castigó el error. La Justicia, se basa en el castigo de las
“cosas malas” que hacemos. La familia castiga al que no sigue las reglas.
Toda nuestra cultura (creo no
equivocarme si incluyo a todas las culturas en tiempo y espacio), basan el
aprendizaje en el castigo del error.
Desde niño, en la casa y en las
instituciones educativas, así como a través de las leyes de los Estados y de
las religiones, el error “se debe pagar”.
Todo esto no es de por sí, ni
bueno ni malo. Es una forma que encontramos como Humanidad, de “enderezar” las
acciones, de permitir la convivencia “civilizada”.
Lo que observo ha sucedido, es
que en realidad no estamos en una época de mucho aprendizaje con estos métodos.
Creo que no hay menos errores, ni menos delitos, ni mejor convivencia, en
general. Las citadas crisis de autoridad, crisis de valores...
Se dice que la mejor educación es
la que no requiere leyes ni castigos. Sin embargo, cada vez hay más reglas, más
“penas”.
La letra con sangre entra, dice el refrán, yo creo que no es así
literalmente hablando, quizás lo sea en términos simbólicos. Si hacemos que la
letra (la experiencia vivida) entre realmente en nosotros, en nuestra esencia;
la integramos, la reconocemos ya no estará afuera, no se nos mostrará, no tropezaremos con la misma piedra, para
seguir con los dichos populares.
Pasa, en general que cuando
cometemos un error, intentamos ocultarlo; si no podemos, lo justificamos; si no
podemos “hacemos penitencia” (desde repetir una palabra corrigiendo la falta de
ortografía hasta la cárcel e incluso la muerte en algunos sistemas).
Qué pasaría si empezamos a
cambiar la perspectiva del error (como ya se hace en algunos ámbitos
educativos, en algunas familias y a través de algunas estrategias de encuentro
de partes a través de mediaciones y penas alternativas)?
Una manera sería aceptar el
error. Internamente, aceptar que nos equivocamos, que es parte del camino.
Mirar esa parte falible de nuestro ser y perdonarse amorosamente.
Si es algo que tiene
consecuencias solamente para mi, entonces puedo mirar el error como algo de lo
que puedo aprender. Eso implica aceptarlo, si lo justifico de alguna manera,
estoy “condenado” a repetirlo, hasta que finalmente lo pueda asumir. Si de algo
me sirve el error, es para sumar una experiencia y aprender a ser mejor y más
completo. Voy a seguir cometiendo errores? Sí, eso es seguro, serán errores
diferentes y traerán diferentes aprendizajes.
Aprender a quitarles peso, no
regodearme en el error para autocastigarme.
Cuando el error es analizado,
visto y juzgado por otros, entonces voy a hacer algo más que asumirlo, voy a
abstraerme de lo que representa para el otro. Es posible que si yo lo asumo y
me hago cargo de que es un error, el otro no lo juzgue (porque el otro me
refleja). Asumir internamente el error es lo que ayuda a superarse, a
transformarlo en fuerza, es como si venciéramos a alguien superpoderoso y ese
superpoder me fuera transferido.
A quién venzo? A mis propias
dudas e inseguridades y me vuelvo proactivo y capaz.
Si mi acción causa algún daño,
alguna molestia, siempre puedo, una vez que lo asumo, pedir disculpas, aunque
eso no reponga el daño. Permite acercarme más a mi esencia, ser más honesto y
verdadero conmigo mismo que es lo máximo que puedo hacer.
Para terminar, no me creas nada,
sólo equivócate y prueba algo diferente…
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